2010



                                                                                    

                                      
  
                                    


Los ganadores posando en La Casa de Óscar: Alfredo Macías Macías, Tomás Blanco Claraco, Andrés R. Blanco, Elena Torres Pons, Francisco J. Cortés García, Antonio Corbalán Carrasco y Natalie Soriano Ruiz.


                              

                          


                                                           



 






En el salón de actos de la Casa Consistorial, tuvo lugar un entrañable evento en el que el alcalde Amador Villamón y el presidente de la “Asociación Grupo Literario Cultural Alfambra”, Antonio Crespo encabezaban la mesa, junto a autoridades locales, provinciales y miembros de la asociación. .Actuaron de mantenedores y conductores del evento Ester Abril y Miguel Morata, que intercalaron en la entrega de premios un homenaje a la figura del poeta oriolano Miguel Hernández, buscando paralelismos entre el pueblo, la vida rural y agrícola de Alfambra y su poesía.

                                               




                                                                  


MIGUEL HERNÁNDEZ, AMOR, DOLOR, Y  COMPROMISO.

 

   -Volvemos este año a estar con vosotros con renovada ilusión. A lo largo del evento de esta tarde nos aproximaremos a la obra poética y al periplo vital de Miguel Hernández, este año en miles de actos en toda España y en más de veinte países de habla hispana, se rinde homenaje al poeta en el centenario de su nacimiento. Desde el Grupo Literario Cultural Alfambra queremos sumarnos a esos merecidos homenajes al poeta del pueblo, y reconocer el espacio que le pertenece a pesar de haber estado silenciado durante décadas. Queremos caminar sobre su huella poética, con admiración, respetuosamente.

 

   -En Orihuela, pueblo alicantino enclavado en plena huerta del Segura, el 30 de Octubre de 1910 nació Miguel Hernández. Hijo de un tratante de ganado, su niñez y adolescencia transcurren por la aireada y luminosa sierra oriolana conduciendo un pequeño atajo de cabras. En medio de la naturaleza desgrana el mundo, que le parece pequeño y contempla maravillado sus misterios: la luna, las estrellas, la lluvia. Por las tardes ordeña las cabras y se dedica a repartir la leche por el vecindario. Sólo el breve paréntesis de unos años interrumpe esta vida para asistir a la escuela  donde estudia gramática, aritmética, geografía y religión, destacando por su extraordinario talento.

 

    -Tratamos de buscar paralelismos entre aquella tierra  fértil y generosa, con ésta, agreste y dura, aquella verde, ésta reseca y arcillosa, sólo los niños son iguales, aquellos y éstos cuidadores de cabras, unidos por el trabajo a limoneros o a espigas, pero igualmente rodeados de grillos, saltamontes y liebres, al alcance de la mano la sierra del Segura o la del Pobo como límites efímeros de un mundo por descubrir.

 

   -Cuántas veces nuestros mayores, nos recordaron con triste nostalgia su incorporación prematura al trabajo, los destetaban y ya estaban pensando en darles ocupación en aquella España de escasez y miseria. Con pocos años era fácil verlos pastorear, ayudar en el acarreo, entrecavar la huerta, ir a pelar hoja o a por paja, traer agua de la fuente, ir a fregar a la acequia, limpiar las cortes o echarles a los cerdos, apenas había tiempo para la escuela, para rodar el aro en las tardes de verano.

   –Miguel Hernández a los quince años de edad, tiene que abandonar el colegio para volver a conducir cabras por las cercanías de Orihuela. Pero sabe embellecer esta vida monótona con la lectura de numerosos libros de  Miró, Zorrilla, Rubén Dario, que caen en sus manos y depositan en su espíritu ávido el germen de la poesía. A veces se pone a escribir sencillos versos a la sombra de un árbol realizando sus primeros experimentos poéticos. Al atardecer se reúne con Ramón Sijé, joven estudiante que le orienta hacia los clásicos y la poesía religiosa, le corrige y le alienta a proseguir su actividad creadora. El mundo de sus lecturas se amplía. Poco a poco irá leyendo a los grandes autores del Siglo de Oro, junto con algunos autores modernos como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Desde 1930 Miguel Hernández comienza a publicar poemas en el semanario El Pueblo de Orihuela y el diario El Día de Alicante. Su nombre comienza a sonar en revistas y diarios levantinos.  

me llamo barro aunque Miguel me llame.

barro es mi profesión y mi destino

que mancha con su lengua cuanto lame.

 

   -Tras su primer viaje a Madrid, le toma el pulso  a los gustos literarios de la capital que le inspiran su libro neogongorino Perito en lunas (1933), extraordinario ejercicio de lucha tenaz con la palabra y la sintaxis, muestra de una invencible voluntad de estilo. Tras este esfuerzo el poeta ya está forjado y ha logrado hacer de la lengua un instrumento maleable. En Orihuela continúa sus intensas lecturas y sigue escribiendo poesía, conoce a Josefina Manresa y se enamora de ella. Sus vivencias van hallando formulación lírica en una serie de sonetos que desembocarán en El rayo que no cesa (1936). Las lecturas de Calderón le inspiran su auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras, que, publicado por Cruz y raya, le abrirá las puertas de Madrid a su segunda llegada en la primavera de 1934. Allí se mantiene con un empleo que le ofrece José María de Cossío para recoger datos y redactar historias de toreros. En Madrid su correspondencia amorosa no se interrumpe y la frecuente soledad inevitable en la gran ciudad le hace sentir nostalgia por la paz e intimidad de su Orihuela. Así es que en cuanto le es posible vuelve a su pueblo para charlar con los amigos y bañarse en el río. Aunque lentamente, va creándose en Madrid su círculo de amigos: Altolaguirre, Alberti, Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y particularmente Pablo Neruda.

 

   -Ante el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 Miguel Hernández, sin dejar lugar a dudas, se alinea con entereza y entusiasmo por la República.  No solamente entrega toda su persona, sino que también su creación lírica se trueca en arma de denuncia, testimonio, instrumento de lucha ya entusiasta, ya silenciosa y desesperada. Como voluntario comunista se incorpora al 5º Regimiento, no tenemos certeza documental de su presencia en Alfambra, al menos yo no la tengo, pero es altamente probable dada su frenética actividad de rapsoda en los diversos frentes, si conocemos su poema titulado “Teruel”. En plena guerra logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén. Es una vida agitadísima de continuos viajes y actividad literaria. Todo esto y la tensión de la guerra le ocasionan una anemia cerebral aguda que le obliga por prescripción médica a retirarse a Cox para reponerse. Varias obritas de Teatro en la guerra y dos libros de poemas que han quedado como testimonio vigoroso de este momento bélico: Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939).

   -Aquella maldita guerra pobló nuestras calles de miedos y de fusiles, nuestras casas visitadas por la muerte en forma de obuses, tiempos gélidos, porque dice verdad, quien dice sombra. Los niños imitaban a los mayores y se disparaban con mosquetones de olmo balas que sólo eran sonidos guturales, pero con intención hiriente, era el tiempo de plomo.

 

   -Llega el fin de la guerra, los que salieron del pueblo vuelven arrastrando entre ruinas sus colchones de borra y sus ropones raídos, tornan a pisar la hierba crecida en los corrales finalizado su deambular huyendo de la muerte, son los derrotados, huérfanos aun en su desnudez, con heridas supurantes sin cerrarse, nada puede hermanar la angustia y el laurel, el fango y la espada, y vuelven a los cupones de racionamiento, el aceite a granel, el jabón casero, a recuperar los trillos de piedra y aprovechar la noche cerrada para moler el grano a escondidas, y masar pan de centeno vacío de esperanzas y rellenarlo de tocino,  las trincheras en Santa Ana se enrunan y crecen los cardos, y las ortigas los campos son roturados y las remolachas tardías de la vega blanquean de escarcha y de silencio, vuelven las hoces laboriosas en verano, los peones y zoquetas, los resoles del labriego.  El color del luto amamanta. Solo los gusanos de luz alumbran la curiosidad de los niños.

   -En la primavera de 1939, ante la derrota general del frente republicano, Miguel Hernández intenta cruzar la frontera portuguesa y es devuelto a las autoridades españolas. Así comienza su larga peregrinación por cárceles: Sevilla, Madrid. Fácil imaginarnos la vida en las prisiones en los meses posteriores a la guerra. Inesperadamente a mediados de septiembre de 1939, es puesto en libertad. Fatídicamente arrastrado por el amor a los suyos, se dirige a Orihuela, donde es encarcelado de nuevo en el seminario de San Miguel, convertido en prisión. El poeta -como dice lleno de amargura- sigue "haciendo turismo" por las cárceles de Madrid, Ocaña, Alicante, hasta que en su indefenso organismo se declara una "tuberculosis pulmonar aguda" que se extiende a ambos pulmones. Entre dolores hemorragias agudas, golpes de tos, Miguel Hernández se va consumiendo inexorablemente.

 

   -En la madrugada del 28 de Marzo de 1942, moría en la prisión alicantina el poeta con sólo 31 años. No pudieron cerrarle los ojos, esos ojos grandes, desmesurados, que dibujó Buero Vallejo, su compañero de celda, hecho sobre el que su amigo, Vicente Aleixandre escribió:

 

“Era confiado y no aguardaba daño. Creía en los hombres y esperaba en ellos. No se le apagó nunca, no, ni en el último momento, esa luz que por encima de todo, trágicamente, le hizo morir con los ojos abiertos”.

 

   -Esos ojos del poeta que se resistieron a cerrarse en el momento de la muerte, se resisten ahora al sueño del bronce, a la narcosis de los homenajes. Y quizás todavía sigan interrogando de alguna manera, manteniendo la apertura de luz suficiente ante el dolor del mundo, ese dolor que no ha cesado desde entonces. Dolor ante el que la poesía no debería nunca cerrar los ojos.

 

                       Alfambra, 31 de Julio 2010 

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